Tardes
Tardes de
luz marchita, tardes ocres como el otoño
y como el
fuego, tardes como la niebla y como los bosques,
umbrías
tardes de juventud, soñadas
o vividas,
qué más da, cuando la claridad hacía
de la vida
un sendero que ocultaba los fríos
y los desistimientos,
que nos llevaba en volandas
a cumbres
no previstas y a mundos improbables
La casa
de los fresnos
la memoria
que vuelve
con cada
otoño al valle y cobra forma
en los
viejos fantasmas que pueblan los caminos:
en las
sombras que viven todavía
en las
paredes desconchadas, en cada huella
dejada en
el ladrillo por los fusilamientos
que
inútilmente borran ceremonias de olvido
que ofician
los dueños de todo lo visible
con la
ayuda de lluvias e intemperie
y
unas gotas de miedo
Soneto
Vengo de los inviernos y la duda.
De una casa de frío y tos ferina.
Del campo amanecido y de la encina
angustiada de escarcha y luz desnuda.
Vengo del padre joven, de la ayuda
de la memoria ciega y la rutina,
de ocultar el dolor que se empecina
todavía en vivir, y que demuda
la ensombrecida tez de los vencidos.
Soy de la juventud desperdigada
entre bares y sueños insolventes.
Vengo de los planetas escindidos
entre días de plomo y luz alzada
con briznas de memoria y con
presente.