Sabiduria
Por supuestoLa poesía no es una espesura,no importa cuán deliciosa, donde
el asustado cervatillo del sentido pueda esconderse.Esta es un historia de sabiduría
aliada a las raíces de la vida.
Y por ello,
en lo oscuro
y ciego.
Un niño pequeño aún no atado
por los grilletes de cáñamo del lenguaje.
Con sólo diez palabras tintineantes
en su lengua.
Dentro de la camisa de fuerza de la enfermedad,
lleva más peso del que un hombre puede soportar.
En una caja blanca que asemeja una montaña de cristal,
ante la que todos los caballeros
se desploman de pies a cabeza.
No hay nada en la mente que
no haya estado en la vida.(En ese entoncesY el niño pequeño jugaba, en medio
la meningitis tuberculosa
era frecuente.)
Una noche de Navidad obtuvo sus primeros
juguetes, una jirafa y un coche rojo.
Y en el corredor –lejos de este
continente– había un árbol de Navidad
con lágrimas en los ojos.
No hay nada en la vida que
no haya estado en la mente.
de los síntomas y el valle azul
del cuadro de la fiebre,
Y entre dos punzadas lumbares,
no muy distinto
a estar crucificado,
Jugaba con su jirafa y un coche rojo
que representaban
su corona enjoyada de tiempo,
todas las Navidades y
todos los Duendes del mundo.
Y cuando le preguntamos
qué otra cosa quería
Él dijo con una mirada febril
desde el más allá:
Nada.
La sabiduría no está en las multitudes
sino en el uno.
(En ese tiempo
la meningitis bacilar
aún era fatal.)
Era una muy blanca Navidad,
la nieve hasta las raíces,
el hielo hasta el cielo,
Y el tremor de la montaña de cristal
perceptible bajo nuestras manos.
Y él sólo jugaba.
Por supuesto,
la primera filosofía
es la filosofía del hígado, de los riñones,
del músculo cardiaco,
islotes pancreáticos,
médula ósea roja,
y células del tallo,
infinitas en su propio estilo.En el programa socrático del transplante,
ese discurso del cuerpo, cuchillo y electrónica
un yo no espiritual se cruza con otro,
mientras que un virtuoso automático
toca un solo de violín, acompañado por una orquesta
de trompetas mudas.
Mozart debe haber deseado obtener un riñón,
Spinoza estuvo esperando unos pulmones nuevos,
y Kierkegaard necesitaba un corazón,
o por lo menos una válvula.
Todo en vano.Puesto que
esa carne sangrienta
en las garras de los pájaros de la caverna de la narcosis
es la única sabiduría verdadera
nueva, real,
y transmisible.
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